Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

03 diciembre, 2010

Inicios de la hidroterapia

La terapéutica hidrológica tuvo una gran importancia durante todo el siglo XIX. Un balneario era un centro de descanso y distracción para algunos grupos sociales y un lugar donde existía la posibilidad de curar ciertas dolencias, hechos ambos que quedan reflejados en numerosas páginas literarias. En muchas novelas españolas de la época se aprecian algunas de las características del balneario, español o extranjero, y de la cura balnearia.
Durante el siglo XVIII hubo varios intentos por parte de los médicos españoles de estudiar las fuentes naturales de nuestro país mas, sin embargo, los conocimientos científicos sobre las aguas mineromedicinales españolas eran escasos al iniciarse el siglo XIX y el estado de abandono completo en el que se encontraba la mayor parte de las fuentes no se modificó hasta 1816. En ese año, un Real Decreto de Fernando VII creaba las bases de lo que iba a ser el Cuerpo de Médicos de Baños.
Este fue el punto de partida de la creación, el año siguiente, del cuerpo de Médicos-Directores de estos establecimientos, con lo que tanto “la creación del Cuerpo como el Reglamento de Baños de 1817 convirtieron el balnearismo en una actividad intensamente medicalizada”.
 Además hubo, por parte de la casa regia, un impulso a los balnearios ya que los miembros de la misma veían con buenos ojos las actividades terapéuticas de estos centros: sabemos que Fernando VII estuvo unos días en el de Arnedillo para mitigar unas dolencias que tenía en una pierna y que su segunda esposa, Isabel de Braganza, fue a tomar unos baños a Sacedón, que se denominó Isabela en su honor, centro que visitaba asiduamente buscando la curación de su gota. Asimismo, en 1826, llevó a su tercera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia, al balneario conquense de Solán de Cabras.
Durante gran parte del siglo XIX la mayoría de los directores de los balnearios ejercían su cargo como interinos en establecimientos de segunda fila, es decir, en aquellos que habían sido declarados de utilidad pública pero que tenían pocos agüistas. Los que pertenecían al Cuerpo de Médicos Directores trabajaban en los balnearios más importantes y con mayor concurrencia de bañistas.

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