Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

29 octubre, 2010

Primeros farmacéuticos

La utilización del mundo vegetal ha sido una actividad permanente del boticario. Uno de los primeros textos en los que se legisla la profesión farmacéutica en España es el Código de las Siete Partidas (1263) de Alfonso X donde podemos leer que “los boticarios que dan a los hombres a comer y beber escamonea u otra medicina fuerte, sin mandato de los físicos [médicos], si alguno bebiéndola se muriese por ello, debe tener el que la diese pena de homicida”.
Desde el año 1477 el Tribunal del Protomedicato, en la Corona de Castilla, y las cofradías y colegios, en la de Aragón, se encargaban de los exámenes que avalaban el ejercicio de estos primitivos farmacéuticos. Los boticarios no tenían una enseñanza regular, pero como para realizar las pruebas antes dichas debían conocer el latín y haber hecho cuatro años de prácticas en una botica, el nivel intelectual y científico de estos profesionales fue más que aceptable.
Los boticarios son descritos de manera genérica en el Licenciado vidriera (1613) de Miguel de Cervantes, y parece que no hacían mucho caso del Código del Rey Sabio al que me he referido antes. El protagonista de la novela, Tomás Rodaja, nos da una información de la profesión:
“–Vuesa merced tiene un saludable oficio, si no fuese tan enemigo de sus candiles.
–¿En qué modo soy enemigo de mis candiles? – preguntó el boticario.
Y respondió Vidriera:
–Esto digo porque en faltando cualquiera aceite, la suple el del candil que está más a mano; y aún tiene otra cosa este oficio, bastante a quitar el crédito al más acertado médico del mundo.
Preguntándole por qué, respondió que había boticario que, por no decir que faltaba en su botica lo que recetaba el médico, por las cosas que le faltaban ponía otras que a su parecer tenían la misma virtud y calidad, no siendo así; y con esto, la medicina mal compuesta obraba al revés de lo que había de obrar la bien ordenada”.

15 octubre, 2010

Novatores

En la corte del último de los Austrias, Carlos II, se observan ciertos cambios de orientación intelectual en lo que respecta al interés por la ciencia que habían mostrado los reyes de la España del siglo XVII, años en los que nuestro país había perdido el tren de la revolución científica que se había realizado Europa. Por ejemplo, Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, muestra una gran afición por muchas de las ramas del saber científico: física, astronomía, anatomía, química, etc.
En el último tercio del siglo XVII se da un nuevo impulso a la ciencia española con los novatores, que son estudiosos de la ciencia y filosofía modernas que, aislados o en grupos, dejan oír sus quejas sobre el desolador panorama de la ciencia nacional y muestran una orientación favorable a las nuevas corrientes. El principal exponente de este grupo fue el médico valenciano Juan de Cabriada (ca.1655- post.1714).
El profesor López Piñero habla de novatores moderados, reacios a los grandes cambios, que no abandonan las rémoras científicas clásicas y muy especialmente las de la medicina galénica —olvidadas en el resto de Europa—, y de novatores más vehementes, que proponen la regeneración de España no sólo desde el punto de vista científico sino también desde ámbitos económicos y políticos. Además, los novatores hacen una crítica de lo español por comparación con lo que viene del resto de Europa y son partidarios, a la hora de difundir los conocimientos, de la utilización de la lengua romance en contraposición a los escolásticos que siguen escribiendo en latín.
En este sentido, La Carta filosófica, médico-chymica (1686) de Cabriada es un magnífico exponente del pensamiento novator: "Sólo mi deseo es que se adelante el conocimiento de la verdad, que sacudamos el yugo de la servidumbre antigua para poder con libertad elegir mejor. Que abramos los ojos, para poder ver las amenas y deliciosas provincias, que los escritores modernos, nuevos Colones y Pizarros, han descubierto por medio de sus experimentos, así en el macro como en el microcosmos".
Ya a principios de siglo, en la tertulia de novatores que se reunía en casa del médico sevillano Juan Muñoz y Peralta (ca. 1695-1746) se creó el germen de la "Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias", considerada la primera de las instituciones españolas al servicio de los nuevos saberes.

08 octubre, 2010

Isidoro Antillón

Isidoro de Antillón y Marzo (1778-1814) nació en una aldea turolense, Santa Eulalia de Jiloca (hoy Santa Eulalia del Campo), estudió en Zaragoza, Huesca y en la Universidad de Valencia consiguió los doctorados en Derecho Civil y Derecho Canónico; estaba, pues, destinado a ser un hombre de leyes, de letras. Era una persona muy culta: participó en la sevillana tertulia de lord Holland, junto con otros intelectuales de su tiempo: Blanco White, Quintana o Jovellanos, por citar tres personalidades sobradamente conocidas; creó el Semanario Patriótico, primer periódico político español; representó a Aragón en la Cortes de Cádiz; fue el autor de la ley por la que se prohibían los castigos físicos a los niños y presos, etc.
Sin embargo, le tocó vivir en una época de sinrazones y como además decía cosas con sentido común (“la naturaleza no ha formado esclavos y señores, reyes ni vasallos: esto es obra de la fuerza y de las instituciones de los hombres”), el absolutismo lo persiguió: llegó a ser paseado medio muerto por su población de nacimiento cuando iba a ser llevado a la cárcel de Zaragoza, pero su constitución, de suyo enfermiza, no lo soportó y falleció en su Santa Eulalia natal a los 36 años. Este trato infame fue la recompensa a un patriota que había organizado la Junta de Defensa de Teruel en la Guerra de la Independencia y que, también, había participado en los Sitios de Zaragoza. De todo esto y de muchas otras cosas hay abundante información.
Este extraordinario orador en la Cortes gaditanas fue un excelente geógrafo, astrónomo y cartógrafo, facetas por las que no es muy conocido. Protegido por Godoy, al iniciarse el siglo XIX ocupó el cargo de director y catedrático de Geografía, Cronología e Historia del madrileño Seminario de Nobles, donde realizó observaciones astronómicas que aparecieron en La Ilustración española. Antillón tradujo importantes obras de divulgación astronómica de la época y escribió muchas obras de geografía.
De entre todas sus obras científicas quiero destacar un espléndido atlas que utilizaban como libro de texto los estudiantes del citado Seminario; se trata de la Carta esférica del grande océano con un análisis en que se manifiestan los fundamentos sobre que se ha construido (1802). En esta obra utiliza el meridiano de Madrid, ubicado en el edificio del Seminario, como punto de referencia y origen del cálculo de las longitudes ya que, según nos dice en el prólogo de la obra, “sábese que las naciones cultas no convienen en el paraje que ha de tenerse por primer meridiano y así este punto es variable según el arbitrio de los geógrafos. Sería sin embargo de desear que todos los pueblos adoptasen un primer meridiano común.” Antillón estima conveniente el del Teide ya que deja al este todos los países de Europa; mientras esto sucede, “los sabios de los países más cultos han convenido justamente en contar las longitudes desde su capital o pueblo del observatorio. Es raro que mapistas españoles o extranjeros busquen el pico del Teide como primer meridiano. Nuestros marinos cuentan sus longitudes desde el observatorio de Cádiz.”
Durante toda su vida alternó los escritos políticos, sociológicos, históricos, etc. con otros de carácter científico. Así, escribía en 1807 unos Principios de geografía física y civil, en 1808 los Elementos de geografía astronómica, natural y política de España y Portugal, en 1811 vieron la luz sus Noticias geográficas del Mar Mediterráneo, etc.