Cualquier
texto que pretenda enseñar a nuestra sociedad los logros de la ciencia española
de todas las épocas, me parece un loable propósito, y habré de alegrarme de que
un libro como esta Breve historia de la
ciencia española de Leoncio López-Ocón (Alianza, Madrid, 2003, pp. 479,12
euros) figure en las librerías y bibliotecas de nuestro país. No es un texto reciente, pero es bueno y eso
basta.
La
obra de López-Ocón está dividida en tres partes fundamentales: la primera
comprende los avatares científicos y técnicos de la España de los Austrias, la
segunda abarca las actividades de esta índole en los siglos XVIII y XIX, hasta
1875; y en la última se interesa por los postreros 125 años de nuestro pasado
científico y tecnológico. Uno de los hilos conductores de esta obra es que hay
momentos de “guadianización”, oscurecimiento, o casi desaparición de la
actividad científico-técnica, después de una etapa de influencia.
En
la primera parte de esta Breve historia
de la ciencia española se hace especial hincapié en el hecho, no muy bien
conocido por los estudiosos de la historia de España (si tenemos en cuenta que
de ello no suelen decir nada en sus libros), de que los cultivadores de la ciencia y la tecnología en el siglo XVI no sólo
siguieron a las águilas del imperio, sino que también hicieron posible su vuelo
(p. 56). Aborda el autor, con bastante detalle, la ingente labor científica de
Francisco Hernández y las grandes actividades científico-técnicas del reinado
de Felipe II.
La
segunda parte se inicia sobre la base de la influencia de la física de Newton
en toda la ciencia occidental y en España, en la que sus ideas llegaron a orientar la política exterior del
gobierno largo de la Unión Liberal, que ejerció su mandato en los últimos años
del reinado de Isabel II, avanzado el siglo XIX (p. 149). Pero además,
resalta como preocupación máxima de la ciencia ilustrada la de su carácter
utilitario. Llama la atención sobre la política científica de Carlos III y la
dimensión americana de la ciencia ilustrada. El resurgir científico-técnico que
se produce en los últimos años del siglo XIX debido, según el autor, a la
actividad realizada por una serie de ingenieros (Sagasta, Echegaray, Pascual
González, etc.) fue posible por una política que mejoró el sistema educativo,
por el impulso promovido por una serie de instituciones científicas y,
probablemente, por un ambiente en el que tuvo alguna influencia la llamada
“polémica de la ciencia española”, ya que su última fase desencadenó la moderna erudición histórico-científica española (p.
311).
La
tercera parte se inicia con unos apuntes sobre el fenómeno krauso-positivista y
sobre la importante labor del naturalista cartagenero Marcos Jiménez de la
Espada, la personalidad más eminente de la Comisión Científica del Pacífico.
Estudia, asimismo, el escaparate que supuso la Exposición Internacional de
Barcelona de 1888 para mostrar los logros científico-técnicos de la década
precedente, la posterior expansión de la ciencia española que hizo que algunos
de sus mejores hombres ocuparan un lugar preeminente en instituciones
científicas internacionales (Torres Quevedo, Blas Cabrera, Rey Pastor, Moles y
otros), el hecho por el cual a los laboratorios españoles llegaron extranjeros
becados, etc. Todo ello en un ambiente de “cajalización”, término utilizado por
López-Ocón y que, a mi juicio, expresa perfectamente la enorme influencia que
tuvo la labor del sabio histólogo en el despertar de la cultura científica
española, etapa que se corresponde, grosso
modo, con los años comprendidos entre la concesión del premio Nobel hasta
julio de 1936, esto es, dos años después del fallecimiento del científico de
Petilla de Aragón (al que un lapsus hace morir en 1932; p. 344).
El
libro termina con la labor realizada por varias instituciones científicas
creadas durante el franquismo: el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, El instituto Nacional de Técnica Aeronáutica y la Junta de Energía
Nuclear.
En su conjunto esta Breve historia de la ciencia española me parece una interesante
aportación al estudio de las vicisitudes de la ciencia que se ha realizado en
nuestro país a lo largo de cinco siglos, que debe ser bien venida a un ámbito
en el que los estudios globales escasean.
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