Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

27 diciembre, 2016

Ciencia en la Residencia

La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), presidida por Santiago Ramón y Cajal e impulsada por su secretario José Castillejo Duarte (1877-1945), creó una institución educativa formada por alumnos procedentes de todos los lugares de España: la Residencia de Estudiantes. Era un alojamiento para los jóvenes que se desplazaban a la capital con el fin de realizar su licenciatura universitaria, cursar estudios en las Escuelas técnicas, el doctorado o, incluso, preparar oposiciones.

Pero, quizá, lo más importante era que, durante su estancia en la Residencia iban a convivir los estudiantes con intelectuales de todos los ámbitos de la cultura y de gran influencia que, o bien paraban en la casa, eran huéspedes eventuales de la misma o la visitaban con frecuencia. 
La primera Residencia se abrió el 1 de octubre de 1910, en un pequeño hotelito de un barrio acomodado de Madrid, en el número 14 de la calle Fortuny. Estuvo dirigida desde su creación hasta su c1ausura, en 1936, por el malagueño Alberto Jiménez Fraud (1883-1964). Éste organizó la Residencia y allí, inicialmente, dispuso de quince dormitorios, un pequeño salón de reunión, un comedor, una biblioteca, un pequeño jardín y... en el sótano, el embrión de lo que iba ser unos laboratorios.
Alberto Jiménez Fraud
 Poco a poco la Residencia se fue ampliando y, en el verano de 1913, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes facilitó la adquisición de unos terrenos en un barrio donde vivían algunas familias de la aristocracia. Y allí se fueron los residentes y en los locales de Fortuny se creó la Residencia de Señoritas, de la que ya hemos escrito en este blog.
Así, desde 1915, la Residencia se instaló en el Cerro del Viento, y allí se construyeron unos edificios de ladrillo rojizo: el Pabellón de Laboratorios (al que se denominó Transatlántico), los Pabellones Gemelos, el Pabellón Central, el Quinto Pabellón (destinado a albergar la biblioteca y habitaciones de la Residencia de Estudiantes ) y la casa del director. Además, se plantaron acacias, albaricoqueros, almendros, adelfas y otros árboles y arbustos pero y, mayoritariamente, chopos, lo que hizo que, más tarde, Juan Ramón Jiménez denominara al recinto: la Colina de los Chopos. 
A estos edificios se le añadió el que albergaba el Instituto Nacional de Física y Química, el edificio Rockefeller, que se inauguró en 1932 como sede del Instituto Nacional de Física y Química de la JAE y el Instituto-Escuela (Pabellón de Bachillerato y Pabellón de Párvulos). Todo el conjunto fue definido muchos años después por Ramón Menéndez Pidal, como un lugar de “extraordinaria riqueza espiritual” a la que se unía una “extraordinaria sencillez material”. 
El primer año sólo se alojaron en la Residencia quince alumnos, casi todos estudiantes universitarios y algún opositor. El acceso a la Residencia estaba muy limitado por razones económicas y la mayor parte de los alumnos pertenecía a familias de las clases medias ilustradas. Limitándonos a un ejemplo del ámbito científico bastará recordar que el residente y futuro premio Nobel, el bioquímico Severo Ochoa, pertenecía a una familia que había hecho fortuna en Puerto Rico.
Más de la mitad de los estudiantes cursaban las carreras de Medicina, Farmacia y Ciencias, sin duda atraídos por la fama da sus laboratorios; el resto estudiaba Derecho, Filosofía y Letras, Ingeniería y Arquitectura.
Hacia 1929
En la Residencia se creó una pequeña biblioteca, se ofertaron clases de idiomas y se construyó una pista de tenis primero y poco después se orientó al alumnado a la práctica de otros deportes como el atletismo, el hockey, el fútbol, etc. Es decir, la Residencia creó un ambiente formativo del que la Universidad española era deficitario. Estas novedades culturales se solían completar los fines de semana con visitas culturales por la ciudad y las poblaciones cercanas a Madrid: El Escorial, Toledo, Segovia, etc., amén de excursiones al cercano monte de El Pardo y a la sierra del Guadarrama. 
Además, desde muy pronto se impartieron conferencias y se interpretaron conciertos de música de cámara. Con el tiempo, por la Residencia pasaron a dar conferencias los personajes más importantes de la ciencia española del momento (Castellarnau, Cabrera, Pittaluga...) o extranjera (Marie Curie, Einstein, Broglie, Frobenius,  Houssay...). 
Complementando los conocimientos teóricos adquiridos en la Universidad española, la Residencia ofrecía unos laboratorios donde se iban a dar enseñanzas prácticas; en pocos años llegaron a ser centros de gran prestigio porque los directores de los mismos fueron científicos destacados en su campo: Gonzalo Rodríguez Lafora, Luis Calandre, Antonio Madinaveitia, Juan Negrín, etc. 
En la Residencia de Estudiantes se creó un conjunto de laboratorios científicos bastante modestos que estaban principalmente al servicio de los residentes y de los alumnos universitarios que se inscribían en los cursos que en ellos se impartían. Aunque en algunos de ellos se hicieron investigaciones de cierto nivel, no era esa su finalidad original, sino mejorar la enseñanza práctica que recibían los estudiantes universitarios de las facultades experimentales: Ciencias, Farmacia y Medicina. En una primera etapa, los laboratorios fueron coordinados por el neurocientífico Nicolás Achúcarro.
A partir de 1912 se creó el Laboratorio de Química general, después el de Serología y Bacteriología, el de Anatomía microscópica, más tarde el de Química fisiológica, Fisiología General y el de Fisiología y Anatomía de los Centros Nerviosos. 
El director de la Residencia creó una editorial en la que se publicaron los textos de las conferencias impartidas, biografías, estudios históricos y algunas aportaciones de carácter científico: La base trófica de la inteligencia, de Ramón Turró; La imagen óptica: telescopio y microscopio, de Joaquín María de Castellarnáu; y ¿Qué es la electricidad?, del físico Blas Cabrera. 
En 1923 se crea, por iniciativa del director dela Residencia, del embajador inglés y del duque de Alba, el Comité Hispano-Inglés con la finalidad de promover el intercambio cultural entre los dos países y así, se dieron conferencias de británicos eminentes en el aspecto cultural. De entre los ingleses que impartieron su conocimiento hay que destacar, entre otros, a científicos como el astrónomo Eddington y el anatomista Elliot Smith.
Instituto Escuela (1923)
Además, se creó una biblioteca de asuntos ingleses en la Residencia y el Comité Hispano-Inglés concedió muchas becas a estudiantes de las Universidades de Londres, Cambridge y Oxford y se enviaron becados españoles a Inglaterra.
En 1924 se fundó la Sociedad de Cursos y Conferencias, con una junta de damas influyentes que, en muy poco tiempo alcanzó los 250 socios. Gracias a este selecto grupo se consiguió que vinieran a la Residencia científicos y literatos, músicos y otros hombres de la intelectualidad europea.
La Guerra Civil dio al traste con este proyecto. Al finalizar la contienda, la JAE fue disuelta y la Colina de los Chopos fue transformada: el Pabellón Central en residencia de investigadores del recién creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas y su Auditórium fue convertido en la Iglesia del Espíritu Santo, el Instituto-Escuela se convirtió en el Instituto Nacional de Bachillerato Ramiro de Maeztu, el cuarto pabellón, el Transatlántico, pasó a formar parte de ese centro docente y se denominó Pabellón hispano-marroquí. La casa del director se reformó en 1942 y se convirtió en la sede del Instituto Español de Entomología.

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