Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

08 febrero, 2017

Viajeros alemanes en España

Es sabido que España fue un lugar visitado por un buen número de viajeros románticos durante el siglo XIX; sin embargo, es menos destacado que nuestro país fue destino de otros personajes poco conocidos, los científicos. 
Dos de ellos, los alemanes Heinrich Friedrich Link (1676-1851) y Johann Centurius Hoffmannsegg (1766-1849), recorrieron buena parte de la península Ibérica (también Francia) entre 1797 y 1801. Link era profesor de Botánica en Berlín y Hoffmannsegg zoólogo y también botánico.

Cuando los científicos volvieron a su país, publicaron los resultados de sus exploraciones en diversos libros y Link, además, editó un relato del viaje, que parcial y recientemente ha aparecido en castellano, en las que hay interesantes características del mismo, tanto científicas, como de otra índole. En la obra se nos aporta información de la arquitectura, paisaje, población, vegetación, geología, etc. de los territorios que visitan. Los viajeros entraron por territorio vasco para dirigirse a Madrid y salieron de España por Extremadura.
Los datos sobre los territorios visitados son diversa naturaleza. Link cree que para disfrutar de ciertos paisajes se hace necesario conocer la vegetación: “Tal vez sólo quien entienda de botánica, ciencia que hace los viajes sumamente agradables y entretenidos, pueda disfrutar recorriendo los áridos campos de Castilla la Vieja”.
 El científico alemán nos cuenta someramente la vegetación de las regiones por las que pasa y así, en la actual provincia de Burgos escribe que “los árboles de estas comarcas son en su práctica totalidad encinas perennifolias (Quercus bellotae). El matorral estaba compuesto por una especie de jara (Cistus laurifolius), que yo no he visto más que en Castilla la Vieja. También me resultó sorprendente encontrar gayuba (Arbutus uva ursi) como en el brezal de Luneburgo”.
Da también información de los aspectos geológicos del paisaje: “El valle de Mondragón se extiende hasta las Salinas de Léniz, donde limita con una alta y abrupta cadena montañosa, a los pies de la cual se pueden apreciar arcilla y arenisca esquistosas. Sólo la cima se halla cubierta de mármol negro y rojizo. La aparición repentina de caliza anuncia al observador atento un cambio de la montaña, y no se equivocará en su percepción”.
No es reacio a contar cómo son las ciudades por las que pasa y, por ejemplo, el autor tiene una impresión de Madrid que concuerda con las opiniones que pudiera tener un viajero actual: “Entrar por la Puerta de Alcalá causa enorme sorpresa: se va a dar a una calle larga, extraordinariamente ancha, muy recta al comienzo y muy bien adoquinada [la calle de Alcalá], flanqueada por hermosos edificios”. No obstante, el gusto estético puede sorprendernos cuando enjuicia el monasterio de San Lorenzo de El Escorial: “La enorme mole de piedra, a un tiempo palacio y monasterio, de grandes dimensiones, pero escaso gusto arquitectónico...”
Finalmente, Link, se interesa por lo que en España se hace de ciencia, sus hombres y sus instituciones. Sobre esto quiero resaltar su opinión sobre el embrión de lo que, más tarde, fue el espléndido Museo de Ciencias Naturales de Madrid, el entonces denominado Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, ubicado en aquel tiempo en la calle de Alcalá; es considerado por el viajero y científico alemán como “un gabinete realmente mayestático, a la vista de sus piezas únicas, excelentes”, y cuando lo compara con otros de su tiempo opina que “se encuentra a la zaga del parisino, si bien es mucho más interesante que el Museo Británico”.




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