Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

20 junio, 2017

Un prodigio visual

En 1923 corrió por Madrid una historia peculiar: un joven podía ver a través de materiales opacos de manera que llegaba a leer páginas que se encontraban dentro de cajas herméticamente cerradas.

Al finalizar la I Guerra Mundial se genera en Occidente un incremento del espiritismo y de las investigaciones mentales, probable consecuencia del deseo de comunicarse con los fallecidos. En España fue muy leído el Tratado de metafísica del Premio Nobel Charles Richet (1850-1935), un texto en el que se consideraba casi dogmática la capacidad clarividente.
El joven visionario era Joaquín María Argamasilla de La Cerda y Elio, hijo mayor del marqués de Santa Cara, Joaquín José Javier Argamasilla de La Cerda y Bayona (1870-1940). Este, que era muy aficionado al estudio de la clarividencia, descubrió en Joaquín esos poderes extraordinarios. Al comprobar la capacidad visual de su vástago, se declaró descubridor de la “metasomoscopia”. Poco después, hacia 1924, escribió un libro sobre estas experiencias titulado Un tanteo en el misterio (ensayo experimental sobre la lucidez sonambúlica), fundó la Sociedad Española de Estudios Metapsíquicos y dirigió la revista de esta sociedad.
En la casa paterna el joven mostró, en un primer momento, sus capacidades visuales ante cuatro personas de gran importancia en la España de entonces, hombres ocupados de ciencias distintas:  el naturalista José María Castellarnau (1848-1943), el físico Blas Cabrera  y Felipe (1878-1945), el ingeniero y matemático Leonardo Torres Quevedo (1852-1936) y el  médico Amalio Gimeno (1852-1936). ¿Qué dijeron estos científicos? Pues que todo parecía verdad, que Joaquín tenía una visión prodigiosa.
El año siguiente de la noticia, el ya citado Charles Richet estudió los poderes de Joaquín en el Institut Métapsychique International (IMI) de París y, según lo que publicó la prensa española en 1924, habló de “la sorprendente lucidez de Joaquín Santa Cara”. Los poderes del joven parecía estar validados por un centro internacional.
Esto motivó que su padre organizara sesiones de clarividencia en su casa ante un público formado por intelectuales. En 1924, en la La Vanguardia, un periodista que asistió a una sesión escribió: “La más firme convicción de la veracidad del fenómeno se hacía patente en todos los presentes, y ésta es la mejor garantía que puedo dar a mis lectores de lo que vi”. Ese mismo año, los Argamasilla fueron a Estados Unidos para ser estudiados por la Boston Society for the Psychical Research. Aunque la prensa española y el New York Times informaron del éxito de la clarividencia de Joaquín, el neurólogo Gonzalo Rodríguez Lafora (1886-1971) publicó en El Sol un artículo titulado “Espiritismo, videncia y engaños” sobre la labor de la Boston Society para detectar tramposos e indicó que el escapista e ilusionista Harry Houdini había descubierto los trucos del español.
 El artículo fue replicado por Argamasilla y por los científicos españoles antes citados (Cabrera, Gimeno, Torres Quevedo y Castellarnau) que, en una carta colectiva, indicaban que era imposible que el joven hubiera hecho trampas. Asimismo, el escritor Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) estaba de acuerdo con los marqueses y escribió en El Sol esta carta: “Querido Joaquín: He leído el artículo del doctor Lafora, sobre el cual me preguntas, y no creo que deba preocuparte. Este doctor parece que es un eminente alienista, pero nunca ha mostrado ser un zahorí en achaque de trucos y tahurerías. Su opinión en este punto carece de toda autoridad. Hablar de lo que no se ha visto y suponernos tontos a los que hemos tenido plena comprobación, acusa más ligereza que sentido científico”.
Sin embargo, otras opiniones estaban en contra; así, entre otros, el catedrático de Oftalmología de la Universidad de Madrid, Manuel Márquez (1872-1962), afirmaba que él asistió a una sesión que no tenía garantías, y Juan Negrín (1892-1956), profesor de Fisiología de la Facultad de Medicina, manifestó que el caso carecía de interés científico. Aunque la visión prodigiosa de Joaquín fue aceptada por algunos científicos, la mayor parte no la apoyó por falta de explicación.
Sin embargo, los ingenieros Joaquín Menéndez Ormaza y Manuel Maluquer y Salvador, encontraron explicaciones científicas al hecho. Maluquer estaba “revestido de autoridad” en la medida que en 1920 había publicado una Teoría integral de la visión. Las peregrinas observaciones de este ingeniero se basaban en la existencia de unos rayos fisiológicos denominados rayos N que servían para explicar “sucesos” parapsicológicos; según su criterio, Joaquín utilizaba las funciones visuales pero “exageradas por medio de la voluntad o concentración”. Menéndez Ormaza, por su parte, iba a divulgar los conocimientos de Maluquer.
Lo que parece cierto es que Houdini fue el “descubridor” de la mentira Argamasilla y que dejó sus exhibiciones porque... había tenido una pérdida súbita de poderes. Y una vez perdidos, la política se los compensó con la dirección general de Cinematografía y Teatro muchos años después, en el periodo entre 1952 y 1955.
La pseudociencia en este caso fue desenmascarada, pero casi 100 años después siguen viviendo del cuento los dedicados a cuencos tibetanos, medicina ortomolecular, aromaterapia, cromoterapia, dieta alcalina...

No hay comentarios:

Publicar un comentario